Nº 3. Año 2009 ISSN: 1887-2174
ALAXARCH
Revista de estudios de La Manchuela



HORNOS, CALDERAS, ALAMBIQUES. INTRODUCCIÓN A LAS ACTIVIDADES DE COCCIÓN Y DESTILACIÓN EN LA MANCHUELA (ALBACETE) HACIA EL FINAL DEL ANTIGUO RÉGIMEN


Gumersindo Fernández Serrano


Co-director de Alaxarch. Revista de estudios de La Manchuela
 

 INTRODUCCIÓN

El presente estudio supone un intento de acercamiento a algunas producciones locales de las localidades albaceteñas de la Manchuela en el periodo final del antiguo régimen, que preludia los rasgos característicos de la comarca durante los dos siglos posteriores y que aún hoy en día definen la geografía humana y el paisaje natural de los pueblos y aldeas del noreste albaceteño.

Es necesario subrayar el carácter introductorio del estudio, que constituye una aproximación desde la que establecer los parámetros generales bajo los que se rigen las cuatro producciones estudiadas. Para ello se ha tomado como fuente de base la monumental compilación de datos contenida en los distintos libros de respuestas generales del Catastro del Marqués de la Ensenada (1749-53), complementado con otras fuentes como las famosas Relaciones Geográfico-Históricas de Tomás López, cuyos informes sobre localidades de Albacete han sido magníficamente publicados por José Cano Valero y Rodríguez de la Torre; con ocasionales incursiones sobre otras fuentes complementarias entre las que brillan las ordenanzas de Jorquera de 1721, publicadas por José Manuel Almendros Toledo.

Si las fuentes mencionadas, por si solas ofrecen una adecuada visión global, hay que destacar de nuevo que no agotan el tema. Sin ir más lejos, sería ineludible en un estudio en profundidad la consulta a los libros de relaciones del propio Catastro del Marqués de la Ensenada, para corregir y complementar los contenidos de las respuestas generales; así como también sería ineludible efectuar un rastreo a través de los libros de acuerdos municipales de las distintas villas. Este estudio pormenorizado nos permitiría abordar cuestiones que, por razón de su carácter introductorio, no han sido abordadas en este trabajo pero que son inexcusables en un estudio detallado sobre las actividades comerciales como son temas tales como el estatus y posición social del comerciante, las formas y regimenes de propiedad, el impacto de la actividad comercial o productora en la economía local y comarcal o las redes de abastecimiento y transporte, temas estos que solo pueden ser esbozados a través de las fuentes aquí utilizadas.

Aunque las producciones preindustriales en las localidades albaceteñas de la Manchuela no pueden resumirse en estas cuatro, hemos tomado cuatro producciones peculiares, agrupadas bajo el denominador común de que todas emplean procedimientos de cocción para su desarrollo. Se trata además en algún caso de actividades productivas peculiares y casi olvidadas por la población local, como el de la miera de enebro; casi perdidas o desarrolladas de forma clandestina, como es el caso de la destilación de aguardiente; fundamentales en su tiempo, como el horneado de pan en los totalmente perdidos hornos públicos o plenamente vigentes y desarrolladas en el ámbito doméstico aún hoy en día, como es la jabonería. Por todo ello, estas cuatro industrias representan un buen punto de partida para iniciar los estudios sobre la industria y el comercio en la Manchuela a lo largo de la historia.

 LA INDUSTRIA DE LA MIERA

Recibe el nombre de miera la sustancia obtenida de la destilación de la raíz del enebro, denominado en algunas partes “enebro de la miera” (juniperus oxicedrus L.) en un horno específico consistente por lo general en una caldera central o cámara de cocción, de metal o ladrillo refractario en la que se deposita el enebro y bajo la cual se acumula el combustible (a menudo ramas procedentes del propio enebro), para proceder a su cocción, obteniendo de ella un aceite empleado en el tratamiento de enfermedades cutáneas del ganado tales como picaduras, sarna o mordeduras.

La obtención de miera requiere de la tala del enebro, usándose el tocón y parte gruesa de la raíz. Los tocones y raíces se llevan a cocción en un sencillo horno en el que las altas temperaturas provocan la exudación de los tocones y la cocción del exudado para dar lugar a la miera, que se usará posteriormente con fines veterinarios.

Esta denominación, sin embargo, se encuentra también relacionada con la industria resinera y vinculada a un sistema de producción muy similar y que puede verificarse en hornos de miera. En este caso la resina bruta es sometida a una cocción de la que resultan dos subproductos, colofonia y trementina; la trementina puede ser destilada obteniendo de ello esencia de trementina, también conocida como aguarrás. 

Ilustración botánica del juniperus oxicedrus  o enebro de la miera. Fuente: Wikimedia Commons. 

Una industria basada en la explotación de la miera, en cualquiera de sus dos acepciones, requiere por tanto de abundancia de materia prima, especialmente en el primer caso pues la obtención de miera de enebro implica la tala del árbol. En el segundo caso la resina es más fácil de obtener en la comarca, tanto por la preeminencia del pinar sobre otras especies arbóreas como porque la obtención de resina requiere del sangrado del árbol, pero no de su tala.

El auge de la agricultura y el incremento de la población durante el s. XVIII debieron suponer en la comarca un notable impacto ambiental, verificado en un retroceso acelerado del bosque y en una roturación cada vez más acentuada de tierras marginales que a menudo se explotan en regimenes de barbecho en ciclos largos, siendo frecuente encontrar en el Catastro rotaciones entre cultivo y barbecho de tres cosechas en quince años, y aún en veinte y treinta podemos llegar a encontrar.La presión sobre el espacio cultivable probablemente comienza a perfilar el paisaje contemporáneo de la Manchuela, si bien en torno a 1750 es probable que aún existiesen vestigios del bosque antiguo, un bosque donde cuatro siglos antes el infante Don Juan Manuel practicaba la caza[1]

Sin embargo todo parece indicar que a mediados del s. XVIII el paisaje tendía a abrirse a la agricultura mientras la superficie forestal retrocedía de forma progresiva pero irreversible configurando el paisaje característico de la Manchuela actual, pues a la presión de la agricultura se sumaba un segundo factor, el aprovechamiento maderero con destino a la industria naval, un aprovechamiento histórico que tuvo ya en época musulmana al río Júcar como arteria principal para la circulación de leños hacia levante, rumbo a los astilleros del Mediterráneo. El flujo debió interrumpirse tras la consolidación de la frontera castellana con el Reino de Valencia, pero a mediados del s. XVIII la abolición total o parcial de los fueros de la Corona de Aragón y la forzosa unificación política y administrativa de los estados peninsulares tras la derrota austracista en la Guerra de Sucesión abrió de nuevo de par en par las puertas a la circulación de madera rumbo a una industria estratégica como era la naval. Topónimos como Los Malecones (aldea de Jorquera, junto al Júcar) son posiblemente debidos a este comercio fluvial.

Las exigencias de la industria naval, y en especial de la armada generaban en el s.XVIII una explotación forestal tan intensa como para que algunas autoridades e intelectuales del momento planteasen un debate, que sin duda alguna es aún hoy en día 250 años después tema de preocupación, estudio y sin duda de rabiosa actualidad: la deforestación  peninsular. No es de extrañar así el lamento del presbítero de Fuentealbilla, D. Antonio Pérez Montejo, que en 1786 respondía al interrogatorio de Tomás López, geógrafo de la corte: “Estos montes, que antiguamente estaban poblados de pinos y los llanos de carrascas se hallan aora desmontados sin leña para el Pueblo ni abrigo para los Ganados… [2]

Así las cosas no es de extrañar que la extracción de miera no sea una industria común en la comarca, ni que el único horno documentado en el Catastro se encuentre en Alatoz, localidad que aún hoy en día se encuentra próxima a zonas boscosas, gracias a su situación en una zona montuosa aún hoy poblada de pinares y carrascales, que se extiende en las serrezuelas del sur de la comarca y que separan a esta del Corredor de Almansa.

En Alatoz, los dos únicos hornos de miera de la comarca, propiedad de Fernando y Quiteria Martínez producían 48 arrobas de miera en conjunto, cociendo cada uno tres veces al año, de lo que resulta 8 arrobas por horno y cocción, con un beneficio neto de 288 reales para cada uno de los productores, lo que representa un beneficio de 12 reales de vellón por arroba. Más de tres décadas después la situación en cuanto a la producción de miera en los pueblos de la actual comarca parece haber cambiado poco, manteniéndose Alatoz como único centro de producción de miera de enebro, que tal vez por ello sea considerada “la mas especial que se saca en estos Paises… [3]


Vista aérea de Alatoz en la actualidad. Fuente: visor SIGPAG. Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino de España.

Respecto al tipo de miera obtenida el Catastro aclara poco las cosas al centrarse en exclusiva en los aspectos fiscales de la producción, sin aclarar el producto elaborado. Más aclaradora resulta la respuesta dada al interrogatorio de Tomás López, que da pie a considerar un cierto auge de esta industria al menos a escala local pues “Ay muchos ornos para sacar el azeite de Enebro ò Miera…[4]. Existe, tal y como sospechábamos un importante condicionante ambiental que explica el auge de esta industria en Alatoz, pues si hemos de seguir la relación remitida a Tomás López “ Todo el termino abunda en montañas de Pinos, Carrascas, Enebros, Sabinas, Romeros y Atochas, por lo que son mui Cortas sus labores, y de poca molla sus tierras, y no mui fertiles… [5] Así pues la abundancia de enebros unida a las dificultades para obtener rendimiento a la tierra y la escasez de esta se encuentran en el origen de esta industria local, dirigida a un sector, como el ganadero, de alto impacto en la economía comarcal de la época.

 

Localidades de la Manchuela que constan como productoras de miera de enebro en las respuestas generales al Catastro de la Ensenada.

 EL JABÓN

El jabón es la sustancia química resultante del proceso conocido como “saponificación”, resultante de la reacción de un alcalí con un ácido graso. Tal reacción genera jabón y en proporciones menores lejía y glicerina.

Aún es habitual en la Manchuela la elaboración de jabones caseros cuya receta básica se fundamenta en la mezcla de grasa de cerdo y sosa cáustica. Esa grasa de cerdo o “sein” suele proceder de los restos de la orza, almacenados al efecto de usarlos para la elaboración del jabón. La saponificación resulta de la combinación del ácido graso aportado por el sebo con la sosa cáustica, químicamente un hidróxido cáustico cuya fórmula química es NaOH. El jabón es elaborado en la actualidad en barreños, a menudo en espuertas de goma donde se deja reposar, y tras solidificarse es cortado en porciones cúbicas que aún hoy en día se emplean a menudo para lavar tejidos, frotando enérgicamente el jabón contra el tejido empapado en agua. La formula original ha sido mejorada para su uso en lavadora, siendo aún frecuente el empleo de jabones caseros en polvo o aún perfumados.

El jabón casero tal y como se conoce en la actualidad en la Manchuela es un jabón de aspecto blancuzco o amarfilado, y textura consistente, poco espumoso y con un inconfundible olor ácido similar al de la lejía, aunque mucho menos penetrante y agresivo. Este jabón resulta ser un buen higienizante, si bien dada su acidez no resulta especialmente adecuado para la higiene personal.

Conocemos la existencia de dos tipos básicos de jabones en la época que nos ocupa, el jabón blando y el jabón ralo, también conocido como “jabón prieto”. Las producciones caseras actuales de la Manchuela corresponden generalmente a este tipo, diferenciado del blando en que este último emplea la potasa en lugar de la sosa como alcalí, resultando de ello un jabón pastoso en lugar de sólido.

Durante el s. XVIII se elaborarán en las localidades de la Manchuela ambos tipos, si bien parece que el jabón prieto tenga mayor aceptación, siendo Jorquera y Ves los únicos municipios en los que se declara producir jabón blando en las dos fuentes que sirven de base a este estudio.

En el Catastro de Ensenada encontramos hasta cinco calderas para la elaboración de jabón que se reparten entre los lugares de Alborea (dos calderas) y Casas-Ibáñez (dos calderas), ambos dentro de la jurisdicción de la villa de Jorquera, villa en la que encontramos la caldera restante. De las cinco calderas, cuatro se dedican a la producción de jabón duro

En Alborea las calderas son propiedad de Andrés Arce, que obtiene de ella un beneficio de 100 reales, descontados gastos y el abono al administrador, residente en Cuenca, del elevado impuesto que gravaba en época moderna  la producción de jabón y que en este caso se eleva a la desorbitada cifra (en relación con el beneficio neto obtenido) de 450 reales de vellón. Idéntico balance nos ofrece la caldera propiedad de Bartolomé Bolinches, también en el lugar de Alborea.

Las calderas de Casas-Ibáñez son propiedad de Juan Pardo, que obtiene una relación más ajustada entre beneficio neto e impuesto satisfecho, pues gana 400 reales y debe satisfacer 770 en concepto de “derecho del jabón ralo”

Finalmente en Jorquera, la única caldera de la villa es propiedad de Pedro Mínguez, que la dedica a la producción de jabón blando y que pese a las quejas “tiene poco consumo por ser común gastarlo en la Villa de Losas [6](entendemos, “de losas” como jabón duro, por analogía) resulta ser la más rentable de cuantas se declaran al proporcionar 500 reales a su propietario.

 

 

 

Proporción entre beneficio neto e impuesto satisfecho por “derecho del jabón” en Alborea(izquierda) y Casas-Ibáñez (derecha).

Las desiguales respuestas dadas al interrogatorio de Tomás López nos dificultan el  seguimiento de esta producción a través de nuestra segunda fuente de referencia. En la respuesta de la Villa de Ves encontramos que se produce jabón blando, por parte de particulares y que parte de la producción se vende fuera de la villa, sin más datos sobre el volumen de producción o el rendimiento obtenido. Referencias a la producción de jabón en la misma fuente encontramos también en las Navas de Jorquera.

 

Vista del antiguo arrabal de la villa, en el núcleo histórico de la Villa de Ves, hoy Barrio del Santuario.

Las razones de esta escasez de referencias pueden deberse, más que a un declive de esta producción a la propia naturaleza de la misma, pues la elaboración de jabón no requiere de grandes infraestructuras (un barreño y una vara para remover bastan) y la fórmula bien pudo ser de dominio público. De este modo no sería ilógico que cada casa pudiese elaborar jabón en la medida de sus necesidades, eludiendo el coste de su compra y el pago de los impuestos que lo gravaban. Además, esta producción, en manos de particulares que elaboraban pequeñas cantidades a escala local, acaso fuese muy poco relevante y demasiado cotidiana como para ser mencionada en las respuestas a un interrogatorio cuya cumplimentación no dependía sino de la disposición y buena fe del párroco de la villa o lugar correspondiente, siendo frecuente en las respuestas que estas no se ciñan al cuestionario planteado o enfaticen unos aspectos eludiendo otros a criterio del informador.

 

 Localidades de la Manchuela que constan como productoras de jabón en las respuestas generales al Catastro de la Ensenada.

 
EL AGUARDIENTE DE VINO

El aguardiente de vino es una bebida destilada del pellejo de la uva, obtenido mediante el calentamiento del mismo, previa fermentación, en un alambique o alquitara. El diferencial entre la volatilidad del alcohol y otros elementos provoca que este, más volátil, se vaporice junto con una parte del agua dando lugar a un licor transparente con un volumen de alcohol que suele oscilar entre los 20 y los 40 grados, si bien es posible elevar esa cifra hasta los 70º  si el producto no es “rectificado” con posterioridad a la destilación.

No tenemos una descripción de las técnicas empleadas, si bien la elaboración tradicional requiere del empleo de un alambique o alquitara en cuya caldera se depositará un porcentaje de agua para facilitar la cocción y los orujos de uva, que llenaran la caldera, sin apelmazarlos ni prensarlos en exceso para facilitar la circulación del vapor. La caldera debe calentarse con calor constante y sostenido, sin picos de calor o enfriamientos de forma que el vapor de alcohol junto con vapor de agua recorra el alambique hasta alcanzar un serpentín sumergido en una cubeta con agua fría, donde el vapor se condensa para caer licuado al recipiente donde se recogerá el licor. El proceso, si bien es sencillo, requiere de cierta precaución y experiencia pues un tratamiento inadecuado de los orujos puede desencadenar la presencia de alcohol metílico (CH3OH), que aunque pasa desapercibido a la vista y el gusto cuenta con una elevada toxicidad, pudiendo provocar daños irreversibles al sistema nervioso; por idéntica razón es necesario desechar el primer aguardiente obtenido en la cocción, al igual que el obtenido al final de la misma, en este caso, por su baja calidad.

Tenemos noticias verbales sobre la existencia en la Manchuela de una tradición tanto de destilados alcohólicos como de destilación de aceites esenciales por medio de alambiques portátiles operados por destiladores itinerantes. Esta tradición no es ajena al resto de la península y mantuvo su vigencia en algunos puntos de esta, especialmente en el noroeste, hasta la entrada en vigor de la ley 48/1985 de 23 de diciembre, por la que se prohibía la destilación de alcohol mediante alambiques itinerantes.

La información obtenida sin embargo no hace referencia a la existencia de alambiques portátiles en el s. XVIII, si bien esta ausencia no sirve para concluir la inexistencia de esta práctica pues, dado el carácter itinerante de la actividad, bien pudo haberse desarrollado de forma clandestina o ser practicada por los propios destiladores declarados, de hecho el Catastro no menciona la forma de producción, tan solo la posesión de unas “calderas de aguardiente”, que bien pudieron emplearse como calderas portátiles llevándolas cada destilador a distintas localidades.

En las localidades estudiadas encontramos un total de diez calderas para la producción de aguardiente, concentradas en las localidades de Alborea, Casas-Ibáñez y Mahora. En Alborea estas se encuentran en manos de Bernabé Herrero, que obtiene de ella 200 reales de beneficio y de Pedro de la Cuesta, que gana 300 reales con su producción, además hay que contar la que obra en poder de Dña. Juana de Elorriaga, que no la explota con fines comerciales pues “ las destina al gasto de su casa[7]. En Casas-Ibáñez las cuatro calderas declaradas y destinadas todas a la destilación comercial, obran en poder de Martín Cebrían, Juan Pardo, Benito Pardo y Damián García, obteniendo todos ellos 90 reales como producto de su actividad, sin desglosar en el caso de los tres últimos si se trata de redimientos netos o brutos. En Mahora se concentran los alambiques más rentables de cuantos se declaran: Pedro Mínguez y Lorenzo López obtienen un beneficio neto de 400 reales cada uno de sus respectivos alambiques mientras que Ignacio García, también en Mahora ha de conformarse con 150 reales netos.

 Comparativa de los rendimientos declarados para cada destilador en las respuestas generales al Catastro de la Ensenada.

 

 Comparativa del beneficio en reales obtenido por las destilaciones en las localidades de Alborea, Casas-Ibáñez y Mahora sobre el conjunto de los tres lugares.


En general todos estos destiladores parecen destilar por encargo, cobrando por sus servicios como parece indicar el caso de Martín Cebrián, cuyos 90 reales de ganancia se desdoblan en dos apartados: 60 por la destilación de 20 calderas al año, a razón de 3 reales por caldera y 30 reales que le renta la venta de aguardiente al por menor. En este caso las respuestas generales del Catastro sí nos ofrecen un desglose de la relación entre ingresos y gastos,  obteniendo el destilador 2 reales de beneficio neto por caldera, por uno de gastos.

No podemos saber, a partir de las respuestas generales del Catastro, en que medida estas seis calderas destinadas a la destilación comercial alcanzaban a cubrir el consumo comarcal si bien se nos antoja un número insuficiente y que a lo sumo alcanzaría a responder a la demanda local o de localidades circundantes, más aún si hacemos caso a la afición por el aguardiente que se imputa a los vecinos de algunas localidades como causa de su mala salud, así referido a Villamalea sabemos que “suele acontecer en las gentes pobres, ser acometidas de dolores de costado... a que aiuda no poco el excesivo uso del vino, y aguaardiente... [8] Es también curioso que las diez calderas se concentren en localidades de la llanura manchuela y no se haga mención alguna en ninguna otra población, siendo el consumo de aguardiente algo generalizado, acaso por la facilidad para acceder al orujo de uva en una zona propicia para el cultivo de la vid como es la llanura manchuela. Un somero repaso a las ordenanzas de Jorquera de 1721 tampoco aporta regulación alguna, ni disposición alguna sobre esta actividad lo cual no debe sorprender, pues es norma en las ordenanzas comarcales estudiadas que no existan disposiciones referidas a actividades industriales o artesanales, algo que Almendros Toledo interpreta como revelador de “la escasa implantación de estas en el término, o tal vez porque cada lugar y gremio tenía las suyas propias[9]. Es posible que la existencia de pequeños productores haya pasado desapercibida, reflejándose en el Catastro solo algunos de los destiladores o los que habían alcanzado mayor notoriedad. Si, tal y como sospechamos, las destilación se practicaba en alambiques portátiles, no sería de extrañar que esta producción se haya mantenido oculta, ya sea por omisión intencionada o involuntaria.

Finalmente y respecto al instrumento empleado en la destilación, el Catastro suele emplear el término “calderas” o “calderas bollas”, sin atrevernos a precisar si el término se refiere a un alambique o a su forma arcaica, la alquitara. Alambique como tal es el término empleado en las respuestas del lugar de Mahora, localidad en la que se obtiene un beneficio mayor por esta actividad que en cualquier otra; esta diferencia de rendimiento a favor de Mahora frente a Alborea y Casas-Ibáñez, lugares en cuyas respuestas al catastro se emplea el término caldera, no alambique, podría ser reveladora de la coexistencia de ambos instrumentos en la Manchuela dado que el alambique permite la obtención de un mayor rendimiento útil que podría revertir en un mayor beneficio; al respecto, sin embargo, es necesario precisar que la ausencia de datos detallados sobre el volumen de producción, precios de venta y coste de los productos necesarios para la destilación hace imposible determinar en base a las respuestas generales del Catastro si el mayor beneficio obtenido en Mahora es revelador del empleo de alambiques y no alquitaras en esta población o en las restantes o si es debido a otras causas plausibles tales como un mayor volumen de producción o menores costes para el abasto de materias primas, circunstancias estas que, por si solas, bastarían para proporcionar un mayor beneficio neto a los destiladores.

Localidades de la Manchuela que constan como productoras de aguardiente en las respuestas generales al Catastro de la Ensenada.

 LOS HORNOS DE PAN COCER

En una economía eminentemente agropecuaria y en una sociedad en la que el pan y otros productos derivados de cereales constituían la base de la alimentación, el horno de pan representa un elemento fundamental para la economía doméstica y para el abasto de la población.

Fernández Serrano y Valiente Pelayo documentan en la comarca tres tipos de horno[10]:

  • Rupestre: consiste en un vaciado en una ladera o talud, que se reviste de mampostería. Representa el tipo más básico de horno del que aún puede verse algún ejemplo en la ribera del Júcar y en las inmediaciones de la central hidroeléctrica “El Bosque”, próximo a lo que fuera el casalicio del molino de Don Benito, actualmente en término de Casas de Ves.

  • Cuadrangular: formado por una base cuadrangular “poyo” del que toma la denominación de “horno de poya” cuya superficie se reviste de ladrillo refractario y de la que arranca la cubierta que conforma la cámara de cocción, conocida como “capilla”. En la base o “poyo” se puede dejar un nicho que sirve para almacenar utensilios. leña o alimentos. Las ruinas de varios de ellos aún pueden observarse en diversos despoblados tales como Las Albarizas (Casas de Ves) o el núcleo histórico de la Villa de Ves (hoy denominado Barrio del Santuario) entre otros.

  • Circular: en esencia similar al anterior, con la salvedad de que su planta es circular. Puede contemplarse un ejemplo en el Balneario de los Baños de la Concepción de Villatoya.

 
Tenemos constancia en relación con la comarca de la existencia de hornos privados hasta mediados del pasado siglo. El horno, sin embargo, representaba una inversión pues había de ocupar una estancia de la vivienda o espacio en el porche o patio, ocupando un espacio que había de detraerse a otros usos. Es por ello que el horno no se encontraba presente en cada vivienda, practicándose una suerte de alquiler previo pago en especies según el cual los vecinos podían acudir a cocer al horno privado doméstico dejando al propietario una parte del producto horneado como compensación[11].

No nos ocupa aquí sin embargo el horno particular, sino aquellos hornos explotados con fin comercial y abiertos como infraestructura pública a cuantos vecinos quisiesen hacer uso de ellos abonando la tasa correspondiente.

En el Catastro declaran tener horno de pan cocer las villas de Alcalá del Júcar y Jorquera y los lugares de Cenizate, Navas de Jorquera y Villamalea, (con dos hornos), todos en término de la villa de Jorquera.

De los seis hornos declarados dos se encuentran en poder de instituciones pías o religiosas, tal es el caso del horno de pan cocer de la Navas, propiedad de la iglesia parroquial y del de Cenizate, propiedad de la Memoría de las Ánimas. Los hornos de Jorquera y Villamalea se declaran como propiedad de la villa y del “común y concejo”. No encontramos mención al propietario de los restantes hornos, si bien el de Alcalá parece ser también propiedad del concejo pues el beneficio revierte a la villa “goza esta vª  un horno de pan cocer…que en cada año le rinde por quinquenio 800 Rs[12]

El régimen de explotación se realiza por arrendamiento de la infraestructura a un vecino, siendo la subasta probablemente el método empleado tal y como indican las declaraciones de Alcalá y Villamalea. El arrendamiento no necesariamente se establece  en ciclos anuales, tal es el caso de Alcalá y Villamalea, que declaran sus rendimientos anuales por quinquenio mientras que Cenizate, Jorquera y las Navas de Jorquera declaran el arrendamiento anual sin dar mayores detalles sobre el particular.

El horno, en su condición de infraestructura necesaria para la elaboración de cereal fue históricamente importante fuente de rentas feudales. En este sentido, la propiedad del horno estuvo en tierras castellanas vinculada al fuero otorgado a las distintas villas, recibiendo las concernidas en este apartado, Jorquera y Alcalá del Júcar, cartas pueblas derivadas del Fuero de Cuenca; las dificultades para poblar unas tierras que fueron durante largo tiempo víctimas de la permeabilidad de la frontera difusa y móvil que delimitaba el avance castellano hacia el sur hacían aconsejable otorgar a las localidades de esta zona, a duras penas pobladas entre los s. XIII-XIV y esquilmadas por razzias y algaradas, de ciertas ventajas que alentasen su repoblación y el resurgir de su desmantelada economía, siendo una de las ventajas de la foralidad conquense el que los inmuebles urbanos perteneciesen a los vecinos y se encontrasen fuera del ámbito señorial.[13] Si bien la mayor parte de la comarca se vio incorporada a realengo tras la derrota marquesal ante la Corona en 1480 en la llamada “Guerra del Marquesado”, uno de los conflictos colaterales de la Guerra Civil Castellana, el extenso territorio del llamado “Estado de Jorquera”, junto con Alcalá del Júcar y su alfoz se mantuvieron en poder del Marqués, por lo que sus derechos a lo largo del tiempo solo se vieron afectados en la medida en que cada villa negociase u obtuviese del marqués mercedes y privilegios. La situación de los hornos por tanto, en las localidades que nos ocupan, no se vio alterada por la violenta demolición del poder marquesal.

No sabemos en que medida en la década de 1750 fuera obligatorio acudir a cocer al horno de la villa, si bien esto parece muy poco probable, aunque sí fuera monopolio del concejo el conceder licencias para la apertura o arrendamiento de tales infraestructuras; la ausencia de hornos declarados en buena parte de las aldeas y lugares cuyos libros de respuestas conservamos hace pensar que en esas localidades sin horno público, el pan y otros productos se cociesen en hornos particulares, posiblemente, tal y como comentábamos más arriba, a cambio de una contraprestación en especie, en el caso de aquellos que por carecer de horno hubiesen de acudir al de un vecino.

Las respuestas generales de las distintas villas y lugares manchuelos nos ofrecen una vista general de la gestión de estos hornos. En 1752 son arrendatarios de los mismos Andrés Jiménez López, en Alcalá del Júcar, Juan y Alonso Rupérez en Cenizate, Pedro Mínguez y Roque Gómez en Jorquera y Francisco Fajardo en las Navas de Jorquera; Villamalea no hace constar a los arrendatarios de sus dos hornos. Como vemos existen casos como los de Cenizate y Jorquera en los que existen dos arrendatarios, probablemente asociados a efectos de poder sumar sus ofertas en la subasta pública para presentar una oferta más competitiva al concejo por el arrendamiento del horno; el caso de Jorquera es complejo pues en su confusa declaración aparece mencionado tras la relación de ingresos y gastos de los dos primeros, un tercer arrendatario, Joaquín López como poseedor de 1/3 de la tasa de “pan de poya” cuyo montante total desconocemos pero que le supone un beneficio neto descontados todos los gastos de 150 reales al año, este Joaquín López es también arrendatario del horno por valor de 350 reales; en este caso, más que una omisión sugerimos que se trate del hornero pues a diferencia de los dos primeros, que cuentan entre sus gastos con la leña, este tercer arrendatario suma a su debe utensilios propios del hornero tales como “los gastos de palas y otras cosas[14] Parece ser por tanto que Jorquera no solo retenía para sí el derecho a subastar la gestión del horno, sino el propio cargo de hornero o bien que un acuerdo particular entre tres vecinos asociados para competir en la subasta de un horno cuyo arrendamiento suponía la nada despreciable cifra de 1450 reales, dejase al inversor más débil con la responsabilidad de quedar al cargo del horno a cambio de realizar una inversión menor en la subasta.

Los arrendatarios no son siempre operarios en los hornos por ellos arrendados. Al menos en el caso de Cenizate el horno funciona bajo la supervisión de una hornera, María Blasco, que recibe 600 reales por su trabajo. En este caso el salario de la hornera corre igualmente a cargo de la tasa cobrada por los arrendatarios en concepto de “poya” o “pan de poya”. Confuso es el caso de Jorquera, por la existencia de ese tercer arrendatario, ya mencionado que parece correr con gastos materiales propios de la actividad del hornero.

Los gastos de arrendamiento y beneficios son variados, Jorquera es, con diferencia, el más caro, al suponer el arrendamiento un total de 1450 reales; Alcalá del Júcar supone 800 reales “al año por quinquenio”, Cenizate lo sigue a muy notable distancia con 400 reales, en Navas de Jorquera este arrendamiento monta un total de 80 reales y Villamalea no ofrece ese dato en sus declaración. Los beneficios netos obtenidos por los arrendatarios son variados y así los arrendatarios de Jorquera suman 800 reales, Cenizate rinde 600 a los arrendatarios, (con otros 600 que percibe la hornera, lo que lo convierte con diferencia en el más atractivo por volumen de negocio en relación con los gastos) en Alcalá se llega a los 300 y en las Navas de Jorquera se alcanza también la cifra de 300 reales netos. Los dos hornos de Villamalea suponen 750 reales brutos respectivamente, pero la declaración de esta localidad no ofrece datos sobre el rendimiento neto.

 

 Proporción entre coste del arrendamiento y beneficio neto obtenido, (de izquierda a derecha) en los hornos de Alcalá del Júcar, Cenizate. Jorquera y las Navas de Jorquera según sus respectivas respuestas generales al Catastro de la Ensenada.

La explotación de los hornos pertenecientes a instituciones religiosas resulta claramente más rentable para el arrendatario que la de los hornos concejiles, cuya rentabilidad final resulta comparativamente poco atractiva, lo que sugiere que las condiciones mediante las que se accede a gestionar un horno del concejo son notablemente más restrictivas que las necesarias para gestionar un horno que dependa de la fábrica parroquial. En cualquier caso parece evidente que existe un mayor celo por parte de las autoridades municipales a la hora de obtener beneficios del arrendamiento de estas infraestructuras y ello a pesar de que el horno parroquial de las Navas de Jorquera suponía en torno a 1637 el 7.85% de los ingresos de la fábrica parroquial, aunque el horno fue perdiendo rentabilidad hasta el punto de que los arrendamientos comiencen a descender a partir de 1659, quedando ocasionalmente fuera de uso[15].

 Localidades de la Manchuela que declaran hornos públicos de pan en las respuestas generales al Catastro de la Ensenada.

 
LOS TEJARES

La teja es elemento imprescindible para la construcción. En la arquitectura popular de la Manchuela el tipo empleado es el “moruno” o “árabe”, una teja cóncava que se emplea indistintamente como teja, contrateja o gárgola, aparte de cómo elemento arquitectónico para componer el alero integrando tejas o medias tejas en la pared para formar el saledizo. Con el pragmatismo y espontaneidad que son propios de la arquitectura popular, la teja es empleada secundariamente para reforzar las bardas de los corrales, para componer alcorques, canalizar el agua o con cualquier otro uso para el que se les pueda encontrar utilidad.

Las particularidades de las construcciones populares y el empleo en las cubiertas de materiales sensibles al agua tales como cañas o esparto implicaban la necesidad de mantener el tejado en perfectas condiciones, para evitar las temidas y perjudiciales goteras y la ruina de la construcción. De esta forma no solo se debía mantener una vigilante atención a la fijación de las tejas, que en caso de desplazarse por efecto de la lluvia o el viento podían dar pie a la formación de goteras sino que, además, debía prestarse especial atención a su conservación, debiendo sustituir periódicamente las tejas deterioradas.

La teja por tanto tenía una demanda constante, tanto para la construcción de nuevas viviendas, la restauración de las arruinadas como para atender al mantenimiento de las restantes.

 Tejado deteriorado en una casilla próxima a la Villa de Ves.

Panorámica de la villa de Alcalá del Júcar, con sus tejados en primer plano.

Por tanto no es de extrañar la existencia de tejares por los pueblos de la comarca a lo largo de su historia, tejares que además podían atender a otras producciones como adobes o pavimentos. Sustituidas en la actualidad por producciones industriales, aún se guarda en la comarca memoria de estas actividades, e incluso el vestigio de fábricas locales, hoy cerradas, como la recientemente demolida, que se ubicó junto a la carretera de Alcalá en la localidad de Casas-Ibáñez.

La producción artesanal de teja requería del empleo del instrumental preciso, moldes para cortar el barro a su justa medida y hormas para darle la forma adecuada. Como toda producción cerámica la elaboración de la teja requería de una adecuada preparación del barro a fin de tamizarlo para obtener la consistencia debida y evitar el agrietamiento o deformación de las piezas durante la cocción. La cocción tradicional podía verificarse en hornos cerámicos de tiro vertical, mediante cocción oxidante; era conveniente evitar una excesiva oscilación térmica si bien y en tanto no supusiese una oscilación excesiva que provocase roturas, esto era menos importante que en el caso la cerámica de mesa, que a diferencia de la teja debía cumplir unos requisitos estéticos. La composición química de las tierras empleadas y la cocción conferían a la teja su aspecto rugoso y una variedad de colores entre el amarillo y el rojo. Todas estas labores requerían de espacio y abundancia de agua y leña y así, por razones de seguridad y espacio era normal que los tejares se estableciesen en las afueras o inmediaciones de la población.

Las respuestas generales al Catastro de la Ensenada nos manifiestan la existencia de tejares en las localidades de Alatoz, Jorquera y Madrigueras, el tejar de Madrigueras es propiedad de la Cofradía de Nuestra señora de la Concepción, siendo los de los otros dos pueblos propiedad de particulares de forma tal que el de Alatoz es un negocio familiar regentado por Vicente Leandro, vecino del lugar mientras que el de Jorquera queda en manos de una componente de la nobleza de la villa, Dña. Petronila Abellán, que lo arrienda a Jerónimo de Alcalá, vecino del lugar de Abengibre.

Así pues encontramos tres tejares que obedecen a tres modelos diferentes de explotación: el de Madrigueras pertenece a una institución religiosa, que presumiblemente lo arrienda tras sacarlo a pública subasta, dato que no nos ofrecen las respuestas al cuestionario catastral; también en régimen de arrendamiento es explotado el tejar de Jorquera, si bien en este caso no es propiedad de una institución, sino de una componente de la nobleza local y un tercer modelo de gestión, el de Alatoz, en el que el tejar es propiedad del propio tejero, que lo gestiona como un negocio familiar con participación de su hijo.

Los volúmenes de negocio no son comparables a los de otras actividades estudiadas en el presente trabajo. El tejar de Madrigueras produce 100 reales a la Cofradía, probablemente netos y fruto del arrendamiento, sin otras indicaciones sobre el volumen de negocio o los rendimientos obtenidos por el arrendatario; en Jorquera el arrendamiento se establece también en 100 reales, rindiendo otros 100 al arrendatario, Jerónimo de Acalá, por dos hornadas de teja al año; en Alatoz el rendimiento del negocio se cifra en 400 reales, a razón de 200 por cada una de las dos hornadas anuales. En ninguno de los casos hay indicación sobre si el beneficio es neto o bruto si bien es probable que se trate de rendimientos netos, por cuanto los gastos probablemente fuesen mínimos al poder abastecerse de leña y barro directamente del terreno, sin otros gastos de producción.

Finalmente conviene destacar como la naturaleza molesta de esta producción y la conveniencia de tener el tejar cerca de la materia prima conducen a que estos se emplacen a cierta distancia de las poblaciones. Nada indican las respuestas catastrales sobre el emplazamiento del de Alatoz pero sí que el de Madrigueras se encuentra a “un quarto de legua de la Poblazion[16] y el de Jorquera “en el partido de las Rochas[17]. La presencia de hornos en zonas pobladas representaba una evidente molestia para el vecindario, por el continuo trasiego de leña para su abasto, además de las molestias ocasionadas por humos y olores; a las molestias se añadía el riesgo de incendio por las acumulaciones de leña seca, además si el horno, como era frecuente, se encontraba en el interior de un inmueble, la salida de humos, verificada a través del tejado constituía un cierto riesgo de incendio por salida de pavesas o sobrecalentamiento de los materiales inflamables de las cubiertas. Un ejemplo de las molestias ocasionadas por el horno lo encontramos en el pleito sostenido por Gabriel de Monteagudo contra la parroquial de las Navas de Jorquera por la presencia del horno de pan de esta en un inmueble contiguo a la casa de este vecino y que el propio vecino resolverá mediante la expeditiva resolución de edificar un horno nuevo en una ubicación diferente con cargo a su propio bolsillo[18]. En el caso de los tejares además, la necesidad de mover y almacenar tierras hacía aconsejable ubicarlos en zonas abiertas y próximas a los puntos de captación, lo que a su vez ahorraba el coste y esfuerzo de los portes; se necesitaba además, como en toda actividad cerámica, disponibilidad de agua e igualmente convenía poder disponer de cierto espacio al aire libre para desarrollar las labores de decantación, tamizado, modelado y secado, espacio del que no se disponía en el núcleo de población.

 

 Localidades de la Manchuela que declaran tejares en las respuestas generales al Catastro de la Ensenada.

 TABLAS

PRODUCCIÓN DE MIERA DE ENEBRO

 

LOCALIDAD

PROPIETARIO

PRODUCCIÓN ANUAL

BENEFICIO POR ARROBA

 

 

 

 

Alatoz

Fernando Martínez

24 arrobas

12 reales/arroba

Alatoz

Quiteria Martínez

24 arrobas

12 reales/arroba

 

PRODUCCIÓN DE JABÓN

 

 

 

 

LOCALIDAD

PROPIETARIO

BENEFICIO

IMPUESTO

 

 

 

 

Alborea

Andrés Arce

100 reales

450 reales

Alborea

Bartolomé Bolinches

100 reales

450 reales

Casas-Ibáñez

Juan Pardo

400 reales

770 reales

Casas-Ibáñez

Juan Pardo

Jorquera (1)

Pedro Mínguez

500 reales

No consta

Navas de Jorquera *

Sin datos

Sin datos

Sin datos

Ves (1) *

Sin datos

Sin datos

Sin datos

 

(1) Producen jabón blando.

* Mencionados en las Relaciones... de Tomás López

 

DESTILACIÓN DE AGUARDIENTE

 

 

 

LOCALIDAD

PROPIETARIO

BENEFICIO

 

 

 

Alborea

Pedro de la Cuesta

300 reales

Alborea

Dña. Juana de Elorriaga

Para su propio consumo

Alborea

Bernabé Herrero

200 reales

Casas-Ibáñez

Martín Cebrían

90 reales

Casas-Ibáñez

Damián García

90 reales

Casas-Ibáñez

Benito Pardo

90 reales

Casas-Ibáñez

Juan Pardo

90 reales

Mahora

Ignacio García

150 reales

Mahora

Lorenzo López

400 reales

Mahora

Pedro Mínguez

400 reales

 

HORNOS DE PAN COCER

* En relación con Villamalea se expresa el volumen de negocio bruto.

       
LOCALIDAD ARRENDATARIO PAGA DE ARRENDAMIENTO BENEFICIO NETO*
       
Alcalá del Júcar Andrés Jiménez López 800 reales 300 reales
Cenizate Juan y Alonso Rupérez 400 reales 600 reales
Jorquera Pedro Mínguez y Roque Gómez (2/3 del pan de poya) Joaquín López (1/3 del pan de poya)

1450 reales

800 reales
Navas de Jorquera Francisco Fajardo 80 reales 300 reales
Villamalea No consta No consta 750 reales*
Villamalea No consta No consta 750 reales*

 

BIBLIOGRAFÍA

Almendros Toledo, J.M. (1989); Ordenanzas municipales de la ribera del Júcar. Villa de Ves (1589) y Jorquera (1721), Albacete.

Cano Valero, J. Rodríguez de la Torre, F. (1987); Relaciones Geográfico-Históricas de Albacete (1786-1789) de Tomás López, Albacete.

Fernández Serrano, G. Valiente Pelayo, J.L (2005); Arquitectura rural tradicional en la comarca de la Manchuela. La arquitectura civil y popular, Albacete.

Ferrer Pérez, V. (2000) Los montes valencianos al final del antiguo régimen: política forestal y aprovechamientos de la cubierta vegetal, tesis doctoral.

García Moratalla, P.J. (2001); Aproximación al culto y religiosidad rural en Navas de Jorquera durante el antiguo régimen (1623-1724), Albacete.

Gonzalez Arce, J.D. (2002); La fiscalidad del Señorío de Villena en la baja edad media, Albacete.

González de Molina, M. Parejo, A. (eds.) (2004); La Historia de Andalucía a debate: industrialización y desisindustrialización de Andalucía, Barcelona.

Negro Marco, L. (2006); “El enebro, el árbol totémico de los pastores altoaragoneses” en Temas de antropología aragonesa, Zaragoza.

Pelín Martínez, P.P. (2002); “La resinera de Fornes” en Anuario etnológico de Andalucía 2001-2002, Sevilla.

 

NOTAS


[1] El infante de Castilla D. Juan Manuel en su Libro de la Caza realiza una vívida descripción de sus partidas de caza por tierras de su señorío. En él las tierras de la actual Manchuela se nos presentan como una extensa área forestal casi virgen, con abundantes lagunas que favorecen la vida de especies hoy muy alejadas de nuestras tierras tales como los ánades.

[2] Cano Valero, J. Rodríguez de la Torre, F. (1987); Relaciones geográfico históricas de Albacete (1786-1789) de Tomás López, Albacete.

[3] Ibidem n. 1

[4] Ibidem n. 1

[5] Ibidem n. 1

[6] A.G.S. Dirección General de Rentas, Catastro de  Ensenada, respuestas generales, libro 85.

[7] A.G.S. Dirección General de Rentas, Catastro de  Ensenada, respuestas generales, libro 77

[8] Cano Valero, J. Rodríguez de la Torre, F. op. cit.

[9] Almendros Toledo, J.M. (1989); Ordenanzas municipales de la ribera del Júcar. Villa de Ves (1589) y Jorquera (1721), Albacete.

[10] Fernández Serrano, G. Valiente Pelayo, J.L (2005); Arquitectura rural tradicional en la comarca de la Manchuela. La arquitectura civil y popular, Albacete.

[11] No es difícil encontrar a personas que aún guardan memoria de esto, por ejemplo en la aldea de Zulema, localidad en la que pudimos reconocer incluso el emplazamiento de un antiguo horno, hoy desaparecido para amortizar el espacio. 

[12] A.H.P.A secc. Catastro de Ensenada. Libro de respuestas generales de Alcalá del Rio.

[13] Gonzalez Arce, J.D. (2002); La fiscalidad del Señorío de Villena en la baja edad media, Albacete.

[14] A.G.S. Dirección General de Rentas, Catastro de  Ensenada, respuestas generales, libro 85

[15] García Moratalla, P.J. (2001); Aproximación al culto y religiosidad rural en Navas de Jorquera durante el antiguo régimen (1623-1724), Albacete.

[16] A.G.S. Dirección General de Rentas, Catastro de  Ensenada, respuestas generales, libro 117

[17] A.G.S. Dirección General de Rentas, Catastro de  Ensenada, respuestas generales, libro 85

[18] García Moratalla, P.J. (2001); op. cit.    

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Fernández Serrano, G. (2009); "Hornos,calderas, alambiques. Introducción a las actividades de cocción y destilación en la
Manchuela hacial el final del antiguo régimen" en Alaxarch. Revista de estudios de la Manchuela, n. 3 (Documento en línea)

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